Hay razones objetivas para sentir miedo en ciertas situaciones, pero también están aquellos temores que son una mera ilusión, que carecen absolutamente de una base racional, pero que son vivenciados como ciertos y reales.
¿Quién es inmune al miedo al envejecer, a la muerte o a lo desconocido? ¿O al abandono o a la soledad? ¿O a fracasar o a equivocarse? ¿O a tener éxito? ¿O al engaño o la traición? ¿O a ser criticado? ¿O a la pobreza y la escasez? ¿O el tan común miedo al cambio?
Cualquiera de ellos tiene la capacidad de paralizarnos y únicamente nosotros podemos lograr conquistarlo.
Los kabalistas enseñan que el temor no es una alternativa para la solución de situaciones difíciles, sino que más bien las alimentan. Ellos sugieren que se lo acepte y se aprenda de él. Los temores son tan grandes como les permitimos ser.
Si bien no se los puede evitar, ya que son parte de la vida, conectarnos con los valores del espíritu ayuda a percibir las inmensas posibilidades de realización personal por encima de temores irracionales.
*Aceptar que tenemos miedo es el primer paso. Sabemos que todos lo padecemos y no es un síntoma de debilidad reconocerlo.
* Un ejercicio muy útil en este contexto es hacer un listado de los temores que nos asaltan, en todos sus detalles y con total honestidad. Agrúpalos por áreas que requieren tu atención.
* Una estrategia posible sería mirar esa lista desde una perspectiva de otra persona, algún amigo inteligente, que te la muestra para tu revisión.
Sin duda más de un temor se evapora con una sonrisa al darte cuenta de su irrealidad y falta de lógica.
* Califica los temores de 1 a 10, siendo que 1 es miedo que ya es historia, y 10, el que aún persiste en toda su fuerza.
* Antes de hacer algo que te atemoriza, pregúntate qué es lo peor que puede pasar. Generalmente no mucho.
Imagínate de qué forma se podría neutralizar esas fantasías negativas, remplazándolas por pensamientos más positivos y emociones más agradables.
* En vez de estar pendiente del resultado final, que genera toda suerte de temores, sería más conveniente y gratificante enfocarnos en el proceso y disfrutar el momento.
* El mejor antídoto y el mayor desafío es, sin duda, reemplazar el paradigma del miedo por el paradigma de la gratitud.
Imagina cómo sería tu día si comenzaras con una expresión de agradecimiento, y permanecieras en esa disposición mental apreciativa de todo lo positivo a lo largo de la jornada.
* Las afirmaciones y las visualizaciones también son buenas herramientas para diluir miedos y pensamientos negativos.
Algunos ejemplos de afirmaciones liberadoras, formuladas siempre en presente y en forma positiva, que infunden un sentido de autoconfianza:
“Me atraen las cosas nuevas y los desafíos”.
“Estoy rodeado/a de abundancia”.
“Este es un momento de oportunidad”.
“Nada temo”.
En los textos clásicos de las religiones tradicionales se pueden encontrar este tipo de afirmaciones que calman y reaniman el espíritu.
La Biblia, por ejemplo, contiene más de un versículo que puede ser usado a modo de “mantra” de apoyo, repetido una y otra vez, en momentos de vacilación y temor.
A modo de ejemplo:
“No temas, pues Yo estoy contigo” (Génesis 26:24).
“Aunque ande por el valle sombrío no temeré mal alguno.” (Salmo 23:4).
Si el léxico religioso de los mismos no te es familiar, o deseable puedes reemplazarlos con términos más afines con tus creencias.
Lo importante es que su repetición te traiga una sensación de serenidad y paz interior.
En casos de fobia, casos severos de miedo o pánico, se recomienda consultar con un psicoterapeuta. Hay en la actualidad métodos muy eficaces para desarrollar valor y salir adelante.
Daniel Kripper
Basado en su reciente libro: Vivir con Mayúscula