El enojo, como es sabido, es una emoción que todos sentimos en algún momento a raíz de una molestia producida por alguien o por algo que nos sucede; nadie está a salvo de esta reacción natural frente a algo que nos irrita y nos enfada.

Es una respuesta emocional bioquímica/fisiológica que surge en reacción a la percepción de que uno ha sido amenazado. Si estamos enojados, nuestro mecanismo de supervivencia se dispara. Recordemos que no nos referimos sólo a un medio de supervivencia física sino también a mecanismos de conservación emocional y mental. Esta emoción es en parte responsable de la respuesta de lucha o huida, que tiene su raíz en la parte más primitiva del cerebro.

A veces es producto de viejos hábitos o de la imitación de padres irritables. O es el resultado de mensajes contraproducentes, como cuando los padres les inculcan a sus hijos que mostrar enojo es malo, y jamás debe ser expresado.

En el lenguaje popular el cuadro de enojo es descripto con expresiones tales como su “cara roja está por estallar, o “le sale humo de la cabeza”.

El enojo en si no es una reacción negativa, lo que realmente importa es cómo se lo manifiesta en las diferentes circunstancias de la vida.

Según la kabalá la altivez es la principal generadora de la ira. No es de asombrar que la persona que siente que no se la tiene en cuenta o se la pasa por alto, se enoje. Por ejemplo, alguien que se le niega una promoción en el trabajo, o es saludado de mal modo, ¿es de extrañar que reaccione con enfado?

La antítesis de la ira es la humildad y la modestia, cualidades estas que moderan respuestas emocionales potencialmente de alto voltaje, y por ende peligrosas.

También carencias de autoestima y autoexpresión, pueden producir estados de ánimo alterados. El sentido de seguridad y de confianza en uno mismo trae aparejado una calma interior, y una serenidad de espíritu.

El libro de Zohar dice que aquél que descarga su furor es como si se incurriera en idolatría.

Los Sabios del Talmud han dicho que “aquél que es víctima de su propia furia, si se trata de un sabio, su sabiduría lo abandona, y tratándose de un Profeta, su profecía se retira de él”.

Ellos agregan con respecto a los iracundos, “que su vida no es vida.”

Nadie está inmune a reacciones de enojo, se trata de una emoción universal que trasciende las diferencias de religiones, grupos étnicos y nacionalidades.

Sabemos por experiencia que el rencor, la rabia que sentimos hacia los demás mal canalizadas, provoca un efecto boomerang, se vuelve contra nosotros La misma puede acarrear trastornos serios en cuanto al trabajo, las relaciones de familia y la salud.

 Si bien erradicar el enojo es un desafío enorme, ponerlo bajo control no solo es posible sino también lo más emocional y espiritualmente apropiado.

Afortunadamente se han desarrollado hoy en día técnicas y estrategias que ayudan a superar la ira y trascenderla con prudencia, sabiduría y un poco de humor.

¡Nada mejor que adquirirlas y ponerlas en práctica para una vida más tranquila y plena de alegría!

Daniel Kripper
Autor de: Vivir con Mayúscula